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Coleccionando atardeceres

¿Cómo despedirnos de lo que no nos sirve?

 

Hay personas que se dedican a coleccionar cromos, o zapatos o cualquier otro tipo de objetos materiales. Yo he decidido coleccionar atardeceres. No sólo por la paz que me da sentarme a observar la fuerza del sol diluyéndose, ni por la sensación de que hay algo que nos une a todos a lo que pertenezco yo también, sino por el momento de dejar marchar.

Durante mi tiempo en Costa Rica mi cita con los atardeceres se convirtió en un rito. Se trataba de un acto similar pero muy distinto, según el día, en el que salía de mí para admirar algo más grande y sentirme parte de ello.

Era un cuadro en movimiento que me llenaba de magia y me hacia pensar en liberar con el sol todo aquello de lo que me quería desprender. Hay tardes que dejaba marchar mis respuestas automáticas a ciertos comportamientos, otras dejaba ir momentos del día, o cualidades que me frenaban para conseguir mis sueños, o el apego a ciertas personas. Imaginaba todo ello difuminándose, desapareciendo. Me despedía de ello desde la tranquilidad en la que estaba.

Coleccionar atardeceres se fue convirtiendo en el momento más bonito del día porque a la vez agradecía todo lo que formaba parte de mi presente y dejaba marchar con el sol aquello que ya no me servía.

Mi estancia allí finalizó pero no sólo me traje de vuelta los recuerdos sino también una nueva costumbre de despedirme del día admirando su belleza y soltando algo que no me sirve ya.

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