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Los Parches de la Vida

A cada paso que damos dejamos nuestra huella. Todo lo que dices, haces y cómo te relacionas con la gente genera unas consecuencias a tu alrededor y tiene un impacto en las personas con las que entras en contacto. Así mismo, somos también el resultado de las personas que han pasado por nuestra vida, estas personas nos cambian para mejor o nos dejan tras de sí heridas emocionales.

Los primeros que dejaron esa marca en nosotros fueron nuestros padres. La manera en la que ellos nos hablaron, lo que hicieron y como se relacionaron con las personas delante nuestro dejaron su sello en nosotros. A través de ellos aprendimos conceptos básicos de la vida, y a su vez, lo que nos dijeron, especialmente si fueron comportamientos repetitivos, terminamos por interiorizarlo sin darnos cuenta. La consecuencia es que como adultos tendemos a llevar la voz de nuestros padres aún dentro. Por ejemplo, muchas personas que tuvieron padres exigentes se convierten en personas exigentes que tienen dentro de sí esa voz repitiéndoles que lo que hacen no es suficiente.

Los padres, de forma involuntaria en su mayoría, nos dejaron nuestras primeras heridas emocionales. Si esas heridas no se sanan bien se comienza a generar una mochila emocional. Un ejemplo es la mochila que se puede crear con la herida del rechazo o del abandono. Con los años construimos nuestra identidad, pero esas heridas, muchas veces siguen ahí afectándonos y atraen a nuestra vida ,sin que lo sepamos, a personas o situaciones que recuerdan la presencia de esa herida.

Necesitamos conquistar nuestra sanación. La vida busca que crezcamos y para ello nos pone situaciones que levanten las postillas para ver si nos atrevemos de una vez por todas a enfrentarnos a lo que hay dentro nuestro.

El gran problema es que la sociedad nos incita a vivir de fuera adentro en vez de hacerlo de adentro a afuera. Tenemos un montón de sustancias y parches para tapar el dolor. No sólo están el alcohol, las drogas o el sexo sino también los móviles y cada vez más las redes sociales. Estos estímulos y otros muchos más nos hacen escapar de nosotros mismos, evadirnos para no escuchar cómo nos sentimos. Para no estar con lo que de verdad hay en nosotros. Queremos llenar el vacío, buscar afecto para tapar la tristeza. No obstante, bajo contactos constantes, likes y posts se genera una adicción como cualquier otra para parchear ese dolor no resuelto.

La sociedad nos ayuda a estar anestesiados, distraídos, gracias a una hipocresía y superficialidad establecida, gracias al consumo y a los retos del ego. Caemos en una vida carente de autenticidad en la que estamos mutilados a nivel emocional. Entramos en conexiones sin conexión. Vamos por la vida con máscaras, fingiendo, actuando desde dicha máscara en nuestras relaciones más intimas para no enseñar nuestra herida, nuestra vulnerabilidad. Se habla cada vez más desde la superficie, en encuentros carentes de profundidad. Al no sanar, dejamos que nuestro ego herido salpique a la persona que viaja a nuestro lado.

No obstante, en nuestro camino irán apareciendo invitaciones a parar, a cambiar, a cuestionar nuestros patrones, nuestros comportamientos. Es importante que exploremos lo que hay detrás de estas oportunidades.

Observa tu vida desde fuera, como si fueras tu mejor amigo, viendo tus heridas, tus parches, tus adicciones.... Tomate tu tiempo para verte realmente, para no poner filtros, para mirar a los ojos a tu dolor. Permítete llorar, soltar, estar a solas contigo...El silencio transforma. El quitarse los parches y las adicciones transforma. Permítete desprenderte de todo para encontrarte.

Está en nuestra mano atrevernos a sentir, a sostener el dolor que nos persigue desde hace tiempo. Si no puedes escapar de ti, sólo queda parar. Escuchar. Estar en silencio con nuestra alma. Y de ahí llegará la transformación...

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