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Confiar

Vivimos en una sociedad en la que se potencia la individualidad, trabajar en una misma, empoderarse...Pero ¿Qué ocurre cuando llegamos a una relación?¿Cómo podemos mantener nuestro centro pero a la vez abrirnos realmente al otro?

Es importante para ello analizar dos conceptos: El de la confianza y el del amor. Por un lado, confiar es saber que la otra persona va a cuidarte y velar por aquello que es importante para ti. Por otro lado, amar es saber escuchar lo que es mejor para el otro y no empeñarnos en que nuestra pareja haga o sea lo que nosotros queremos. No podemos proyectar nuestros deseos individuales en el otro pensando que aquello que nosotros anhelamos es también lo recomendable para él o ella. Son muchas las veces en que nuestros deseos chocarán con los de nuestras parejas; es ahí precisamente donde el amor requiere de generosidad y de aceptación, de escucharse tanto a una misma como a la otra persona y de ahí ver cómo proseguir.

Si en muchos casos se ha perdido fe en las relaciones es porque no se vive el concepto adecuado de amor sino que la relación se asienta en el de un amor egoísta. Si observamos los procesos de alianzas en negocios vemos que cada compañía en sus reuniones presenta sus objetivos. Para unirse en colaboración ambas tendrán que apoyar los objetivos de la otra mientras siguen los suyos propios. Si una de las dos intenta cambiar los valores del colaborador o trata de imponerle diferentes objetivos es evidente que la alianza no funcionará. Siempre habrá momentos de buscar acercamiento, de diálogo, de intentar comprender puntos confusos...pero nunca se llega a anular, imponer o no aceptar lo que la otra compañía quiere sin que eso acabe en disolver la colaboración.

Resulta muy fácil entender esto en los negocios pero lo mismo sucede en las relaciones personales. En una relación es esencial tener claro lo que es importante para nosotros y asegurarnos de que esos sueños no se pierdan. Al mismo tiempo hay que aceptar que el otro tiene sus propios deseos. Nos abriremos por tanto a confiar que la otra persona nutrirá tanto tus metas como las suyas propias. Ambos puntos son focos de semejante relevancia.

En una relación existen dos actos de gran valentía: Compartir nuestra vulnerabilidad y confiar. Ser honestos con lo que hay en nuestra alma no siempre es fácil y precisa de mucha escucha interior. La meditación, los paseos o el tiempo a solas ayudan en este proceso. Ese es parte de nuestro trabajo interior, con él establecemos nuestra base de operaciones, nuestra brújula y nuestro impulso. Por otro lado confiar incluye al otro, para ello obviamente tengo que salir de mí y soltar el control. Los miedos o experiencias pasadas no sirven de nada sino todo lo contrario. Confiar es atreverse a saltar al vacío sabiendo que habrá red. Parece un acto radical, peligroso, y en cierta manera lo es. Se trata de una aventura en la es evidente que cualquier cosa puede pasar pero como en todo viaje lo más bonito llega cuando se tiene claro los puntos importantes que una quiere ver pero a la vez se suelta el mapa para dejarse llevar.

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