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En el tubo

¿Cómo reaccionar ante circunstancias que nos aterran?

 

Cuando era pequeña fui a un parque acuático lleno de toboganes y piscinas de agua. Aunque ésto por un lado me llenaba de ilusión por otro me creaba cierta ansiedad. Al fin y al cabo entre niños es muy normal competir a ver quién se atreve a tirarse por los distintos retos del aquapark y yo por aquel entonces tenía miedo a casi todo.

A pesar de las curvas o pendientes de muchas de las atracciones había una en particular que me causaba rechazo. Se trataba de un tubo cerrado, su bajada era muy empinada y a mitad del recorrido dicho desnivel frenaba y la estructura giraba hacia la derecha. Todos mis amigos y mi hermano pequeño no dudaron en lanzarse y mis padres insistieron en que me tirara. Su entusiasmo por verme salir con una sonrisa disparada de esa atracción a las aguas, como habían hecho el resto de los niños, llegó al punto que me vi con la cabeza introduciéndose por el agujero del tubo negro a punto de gravitar hacia la piscina final.

No obstante, era tal mi miedo ante la oscuridad y la forma de ese tobogán cerrado que según comencé a deslizarme abrí los brazos y las piernas luchando por volver al punto de partida. Las coincidencias hicieron que en ese preciso momento en el que entré en el agujero hubiera un problema con el agua que hacía que la atracción fuese deslizante, generando como resultado las condiciones propicias para que me encontrase completamente atascada en el tubo .

Me vi durante unos minutos, que se hicieron eternos, llena de magulladuras ante mi intento de frenar la caída y aterrada por la oscuridad. Si ya tenía miedo a atravesar durante dos segundos ese tobogán cerrado ahora debía enfrentarme a estar literalmente atascada en él. Finalmente, y tras mucho esfuerzo conseguí soltarme y gatear hacia la luz para caer de manera completamente vergonzosa en la piscina.

Son muchas las ocasiones de mi vida en las que recuerdo el tubo, especialmente cuando estoy aterrada por una circunstancia. Bien sea por un cambio vital, por un nuevo reto de trabajo, por algo que anhelo y que no llega, o por una crisis existencial. En el tubo me atasqué por no dejarme llevar. Mis miedos hicieron que intentase frenar mi bajada. Si hubiese respirado y me hubiese dejado deslizar hacia abajo habría salido tranquilamente en cuestión de segundos como lo hicieron los demás.

Los eventos que llegan pueden parecer tan oscuros como las paredes de ese tobogán, la vida puede generar ansiedad como lo hacia para mí estar dentro de un sitio tan pequeño pero es bueno recordar que el relajarse resulta más sabio que tensarse. Actuando con tranquilidad y aceptación en vez de ansiedad evitaremos las magulladuras y la angustia añadida ya que no ofreceremos resistencia al presente.

Puede que estemos entrando en un tubo vital y nos encontremos aterrados por lo que puede pasar en él, por el tiempo que tardará nuestro recorrido hasta ver la luz o la oscuridad inevitable que contiene, pero es importante en estos momentos confiar y dejar fluir. El agua regresará y nos llevará a un nuevo lugar. Y seguro que es un sitio mucho más luminoso y refrescante.

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