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El Poder de Pertenecer

Al haber vivido en varios países el concepto de pertenecer a una identidad específica siempre me ha interesado. Algunas personas sienten de forma natural esa pertenencia, puede ser a una región, a una cultura, a una comunidad o a una familia; otros no obstante sólo pueden señalar claramente aquello de lo que no forman parte o de lo que huyen.

El pertenecer está íntimamente relacionado con el amor, si perteneces a algo eres parte de ello, sois uno en cierta manera, compartís una esencia. Al pertenecer, por ejemplo a una relación, cualquier daño que se provoque al otro lo sientes como dolor propio. Si amas algo lo incorporas como parte de ti y se crea un vínculo al que perteneces, en el que te incluyes. Ya que compartes ese espacio común sólo vas a querer lo mejor para la relación. Esa empatía y compasión son símbolos claros de una pertenencia honesta.

El pertenecer es así mismo una necesidad y como tal es importante escucharla. Somos animales sociales, la interacción social es vital, el aislamiento resulta peligroso en muchos niveles. Por ello sentir que pertenecemos nos reconforta y nos hace ver que físicamente o psicológicamente estamos acompañados.

La pertenencia real no depende de ninguna variable, se trata de un sentimiento que no aprisiona sino que aporta conexión. Se puede vivir esa pertenencia aún en la distancia, y a pesar de los kilómetros sentir el apoyo y respaldo. Contar con ella hace de sostén en momentos turbulentos a la vez que suma tranquilidad y seguridad en tus pasos.

Muchas veces otros elementos se disfrazan bajo el nombre de pertenencia pero hay que diferenciarla claramente por ejemplo de la posesión, de la manipulación o de la exclusión en base a comportamientos u otros factores. Hay veces que para sentir que somos parte de una comunidad ( bien sea amistades, familiares...etc) nos sentimos obligados a camuflar nuestro verdadero ser, eso anula lo que somos para poder ser aceptados. No hay amor incondicional en esa relación y por lo tanto la pertenencia no es tampoco real.Si somos parte de algo nunca tendremos que hacer nada para continuar perteneciendo.

En las ocasiones en las que se lucha por pertenecer se generan dentro de la persona dos caras, quién una es en realidad y la manera en la que se presenta para ser aceptada. Ésto crea una batalla interna entre la búsqueda de conexión y la huida de la conexión que existe, por ser falsa. Si buscamos pertenecer hay que dejar de intentar pertenecer y quitarse las caretas para que aquellos semejantes se acerquen.

¿Por qué entonces hay momentos en que aún siendo parte de un grupo, relación, familia o comunidad en el que no portamos máscaras no nos sentimos pertenecer? Para encontrar la respuesta tenemos que bucear en nuestro interior. Si nuestro concepto de nosotros mismos no es positivo sentiremos que sólo podemos ser parte de algo que responda a dicho concepto de baja vibración. Gravitaremos por tanto hacia personas y grupos que probablemente no nos den felicidad, hacia lugares a los que realmente no pertenecemos y que confirmen de alguna forma nuestra percepción de nosotros..

Si te cuesta pertenecer quizá sea buena idea examinar qué concepto tienes de ti, si te valoras, si te quieres. Quizá lleves puestas unas gafas que no te dejen ver la gente que quiere unirse a ti y estés rechazando pertenecer a comunidades que pueden darte felicidad para ,en su lugar, ir detrás de aquellas que continúan reflejando tu falta de amor.

La aceptación empieza en el interior. Comienza por observar si hay algún aspecto de ti que estás rechazando o que te cuesta querer. El trabajo es aceptar que esa cualidad es parte tuya, te pertenece. Puedes mandar atención y compasión para mejorarla pero si la rechazas estarás creando un aislamiento en tu alma y este dolor brotará en el exterior de alguna forma. Enfócate en parar y escuchar tus emociones diariamente y busca similitudes en el mundo que te rodea, en las circunstancias, en las personas. Las diferencias nos separan, nos hacen sentir distintos y aislados del mundo, por ello examinar cómo otros pasan por momentos similares o tienen cualidades parecidas nos hará sentir más conectados.

El otro trabajo que es necesario hacer para cultivar la sensación de pertenencia es aceptar a otros. En lugar de luchar con aquello con lo que chocamos podemos intentar reconocerlo, sonreír ante las diferencias. Ver sus decisiones y cualidades cómo algo válido.

Muchas veces creemos que estamos avanzando en cierta dirección pero no estamos prestando atención a las señales que emitimos y a la calle que hemos introducido en el GPS. ¿Estamos conduciendo nuestra vida hacia donde queremos ir? ¿O está nuestro piloto automático boicoteandonos y vamos realmente a ciegas? ¿Lo que hacemos se encamina hacia la pertenencia real?

Crea una rutina de escuchar si tus acciones, emociones, pensamientos están atrayendo lo que quieres hacia ti o lo está expulsando. Bajo cada frase que dices, cada opción que tomas y lo que piensas se encuentra una energía ¿Cómo es esa energía? ¿Te está encaminando hacia pertenecer o no? ¿Te está ayudando a conectar? ¿Es de aceptación? Reconoce los patrones en ti para así romper el ciclo, para despertar. Sólo con una trabajo minucioso de prestar atención podrás ver si estas deseando pertenencia pero si la estas rechazando inconscientemente al mismo tiempo.

Todos somos realmente uno. Todos estamos conectados. La pertenencia está ahí, sólo es cuestión de derribar los muros de las diferencias y quitarnos las gafas para ver los lazos que nos unen.

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