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La inutilidad de preocuparse

¿Cómo lidiar con las preocupaciones'?

 

Tenemos la idea de que al preocuparnos por algo estamos haciendo lo posible para resolverlo pero quizá estemos equivocados al tomar esta perspectiva.

Si tenemos un problema debemos enfocarnos en buscar una solución, pero si la situación se escapa de nuestras manos o no hay una acción clara que podamos tomar darle vueltas no lleva a nada positivo. Por la ley de la atracción atraemos aquello en lo que nos enfocamos, si nuestra atención está en la preocupación en cierta manera avivamos el hecho de que siga allí o de que lleguen incluso más preocupaciones.Todo en este mundo vibra, y las vibraciones iguales se atraen. El problema vibra en diferente frecuencia a la solución, por ello la respuesta no nos va a llegar si nos seguimos centrando en las preocupaciones. Rumiar los problemas atrae aún más obstáculos al camino.

Es vital tomarse un descanso durante el día para escanear cómo estamos y para entender qué pensamientos nos acechan. Examina a la preocupación cómo si fuese una presencia externa clara. Dale forma física, sonido, color y colócala delante tuyo en una silla. Observa qué palabras te dice, y mira si esa repetición a la que te somete te está realmente ayudando en algo o si por el contrario te esclaviza. Si hay un problema es bueno que seamos conscientes de que existe, pero está en nuestra mano prestar atención a la inutilidad de su repetición negativa y darle protagonismo o aceptar su existencia pero enfocarnos en aquello que nos pueda ayudar.

Hay un ejercicio que encuentro interesante practicar cuando nos llegan pensamientos de preocupación. Primero es coger dicho pensamiento y preguntarte ¿Es esto verdad?, después pasamos a investigarlo: ¿Quién soy yo con este pensamiento?, ¿Cómo sería mi realidad sin tener este pensamiento?, ¿Qué diría a una amiga que tiene esta preocupación?. Cuestionarlo te ayudará a entenderte mejor y a conocer su naturaleza.

Necesitamos convertirnos en nuestros mejores aliados y comprender nuestra mente. Resulta por ello muy útil crear un diario de preocupaciones. Una vez que las anotamos nos preguntamos: ¿Es ésto algo a lo que me estoy enfrentando ahora mismo o es una situación hipotética? Después separamos claramente las preocupaciones productivas, aquellas que me ayudan a tomar acción para resolver algo, y las inútiles. Ante las primeras establecemos una lluvia de ideas, los pasos a tomar y un plan de acción que nos lleva a enfocarnos en la solución. Con las segundas tenemos que entender que no nos están siendo de ayuda y representan un callejón sin salida, debemos por tanto ser firmes y no desperdiciar ahí nuestra energía.

Para salir de los bucles de angustia es importante anclarse en el momento presente. Las preocupaciones nos arrastran al pasado o nos proyectan en el futuro, pero muchas de ellas dejan de existir si estamos exclusivamente en el aquí y ahora, si nos centramos en el lugar en el que estamos, en respirar y en disfrutar de la vivencia que estamos teniendo en esos precisos segundos.

Cuando sintamos que nos estamos angustiando por algún motivo que realmente no podamos resolver en el presente debemos recordar la importancia de dejarlo ir, de soltar la resistencia que estamos ofreciendo. Primero por nuestra propia felicidad y segundo por la propia situación. Ya que en vez de dejarla respirar le estamos añadiendo presión y potenciando la llegada de más estrés.

Preocuparse es un hábito, y como todas las costumbres se pueden romper si examinamos su naturaleza y trabajamos regularmente en crear nuevos patrones que sean más saludables para nosotros.

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