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El despertador emocional

Para tener una vida saludable nos instan a cuidar de la mente, el cuerpo y el alma, no obstante la realidad es que el alma es la esencia que fluye en las otras dos, es la semilla que da lugar a nuestra existencia. Nuestra vida va más allá de lo físico ya que bajo todas las capas externas está el riego emocional moviendo los hilos. Si no entendemos esta corriente estaremos dormidos frente a nuestro propio ser.

Tendemos a separar aquellas emociones que creemos adecuadas de las que debemos suprimir. Pero las emociones lejos de ser buenas o malas simplemente "son" y gracias a su presencia entendemos los mensajes del alma, son su lenguaje, su manera de comunicarse con nosotros, su despertador llamando nuestra atención para que escuchemos su mensaje.

Cuando nacemos nuestra experiencia del mundo se basa en la percepción, en las emociones que recibimos y procesamos. Los patrones tóxicos emocionales en la infancia dejan heridas igual de evidentes que las de abuso físico. Estos hábitos se pasan al niño haciendo que le resulte más difícil la conexión. Así mismo, son muchos los padres que no enseñan al niño a comprender y aceptar cómo se siente. En nuestra sociedad no se ha dado importancia a dicho aprendizaje y con el tiempo esa falta de conocimiento cobra factura. Algunas de las consecuencias son la sensación de no pertenecer, la soledad, la dificultar de conectar con la familia o en otras relaciones y la necesidad de intimidad a la par que miedo a ésta.

La incomprensión frente a las emociones está por todos los lados. La sociedad, por ejemplo, nos hace ver que nos "tenemos" que sentir de una forma en concreto y si no es así, no estamos bien. Sin embargo luchar contra la realidad o avergonzarnos de nuestros sentimientos sólo nos arrastrará a la ansiedad. La ansiedad crea duda ante nuestro ser, genera falta de autoestima y el impulso a huir de nosotros mismos ya que no"deberiamos" sentirnos como nos sentimos. Creemos que hay algo que "está mal" en nosotros.

La calidad de nuestra vida y de nuestras relaciones depende mucho de cómo lidiemos con nuestras emociones. En nuestras relaciones son muchas las veces que no aceptamos cómo se siente la otra persona, o emitimos juicios diciéndole al otro cómo debería sentirse, ésto nos lleva a vernos desconectados. La intimidad consiste en ver al otro como es realmente, y recibir a la otra persona sin necesidad de modificarle. Es un ejercicio de honestidad y de empatía frente a sus emociones.

Cuando veamos asomarse un sentimiento negativo en nosotros o en el otro es esencial reconocer que está ahí. Debemos escucharlo, ya que ésto permite que la otra persona vea que puede exponer su vulnerabilidad sin ser juzgada. Esto no significa que debamos estar de acuerdo sino simplemente que intentemos honestamente entender al otro, que le mostremos nuestro respeto y atención.

Es bueno hacer ver que le acompañamos en el momento en el que está sin criticar sus sentimientos. Reirnos o quejarnos de que, por ejemplo, esté triste, cambiante, decaído, ansioso o enfadado invalida sus emociones. Es importante estar ahí para el otro sin tratar de repararlo. Una vez que hemos entrado en la comprensión de su emoción podemos ayudarle a manejar las reacciones que tiene frente a dicha emoción. Es aquí dónde si que podemos sugerir nuevas vías de mirar la situación que vive.

Tan importante es escuchar las emociones ( nuestras y del otro) cómo dar valor a expresar nuestro amor. Hay miles de formas de manifestar el amor a la otra persona y aunque esto parece una obviedad lo pasamos por alto, con fatales consecuencias para nuestro bienestar y el de nuestros seres queridos. Podemos mostrar amor mediante el tacto ( con abrazos, besos, caricias...), con regalos, pasando tiempo de calidad juntos y dando nuestro foco completo a la otra persona, mirándole, escuchándole, conectando, ofrenciendole ayuda en algo que esté haciendo, diciéndole palabras de aprecio...Hay una tendencia a ser tacaños con nuestras muestras de amor hoy en día pero es importante hacer a la otra persona sentirse valorada y querida. Dejarle que lea claramente que nuestro amor está ahí.

Los momentos clave para seguir mostrando amor es por supuesto en medio del conflicto. No hay nada que duela más que el sentirse anulado. En momentos de enfado el dolor nos puede llevar a hacer oídos sordos a lo que dice el otro o como algunos niños hacen prácticamente a cantar por encima de sus palabras para no escucharle. Esta opción o la de ignorar a la otra persona, convirtiéndose en una isla rompe completamente la posibilidad de entendimiento. Estos son precisamente los momentos en los que mostrar amor.

Aún en desacuerdo es importante no ponerse por encima del otro y no tratarlo tampoco como si no existiese. Debemos ejercitar el estar a su lado enfocándonos en la comunicación. Hablando con respeto y desde el corazón podremos navegar el conflicto sin dañar al otro mientras quitamos de nuestro sistema operativo la técnica de ataque- defensa que sólo convierte las situaciones en mini -guerras.

Mostrar amor también responde a ser fiel a nuestras palabras. En las relaciones la confianza es vital, y si no podemos confiar en el otro porque no hace lo que dice se genera confusión. Tenemos que prestar atención a lo que decimos y a los compromisos que hacemos y si no podemos cumplirnos por alguna razón tomar responsabilidad de ello. Reconocer errores y cambiar comportamientos para enmendarlos es parte del camino, demuestra que nos importa la otra persona. Ocultar nuestras equivocaciones, por el contrario, genera precipicios en la relación.

Operando desde el amor, aún cuando más nos cueste y poniendo como prioridad la comunicación generaremos un lugar seguro en el que crecer y florecer, un espacio de complicidad, un sitio en el que compartir nuestras metas y sueños, donde jugar y reírse.

Somos nuestra alma. Nuestra mente y cuerpo fluirán si nuestra alma está sana. Tenemos que empezar por escuchar sus mensajes, crear una relación sana con nuestras propias emociones y después con los demás. El amor es nuestra medicina para tratar las sombras que encontremos, en nosotros y en el otro, para cogerles de la mano, sonreirles y caminar de la mano con ellas hasta que ellas mismas se vayan transformando en algo nuevo.

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