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Saliendo de la mente, entrando en el alma

Hoy en día parece que está de moda no escuchar al corazón. Estar ocupada resulta adictivo, no tener tiempo se ha convertido en nuestro mal moderno, y querer de verdad, con el riesgo que supone, parece algo demasiado vulnerable. Resulta mejor querer a medias, comprometerse a medias y controlar cuando algo pasa los límites de la certidumbre. No sólo no nos dejamos volar de verdad, implicarnos de verdad, sino que vivimos en una sociedad contradictoria que glorifica la libertad como concepto vendible pero huye de la verdadera libertad; su vuelo se hace en una jaula de seguridad creada por los miedos. Miedos que se nos han ido instaurando poco a poco; la pregunta entonces es: ¿Cómo conseguir la libertad real?

La respuesta empieza por mirar a los patrones que hemos ido adquiriendo y almacenando. Nuestra manera de ver el mundo al fin y al cabo va teñida de de todo lo que nuestra mente procesa y de lo que ésta nos cuenta en el diálogo interno. Las frases que nos repetimos condicionan cómo nos abrimos al mundo, y nos hacen caer en rigideces. El problema es que la mayor parte de las veces no lo vemos, asumimos que nosotros somos esos pensamientos, no que son producto de nuestra cabeza y cómo ésta ha procesado ciertas circunstancias.

Escuchar a la mente y ser " práctico" parece, según el sentido común que ha establecido la sociedad "lo correcto". Al fin y al cabo asociamos la mente con el todopoderoso cerebro que no puede estar equivocado. Sin embargo, no vemos cómo las circunstancias de nuestra vida han hecho que nuestro ordenador particular se programe de la manera que lo está y no nos damos cuenta de que esta programación no siempre opera a nuestro favor.

Hay otro órgano que también es una entidad en sí misma y que comunica gran cantidad de información a nuestro cuerpo: El corazón. Sus neurotransmisores y campos electromagnéticos se encargan de avisarnos con sensaciones de lo que es adecuado o no. Si no hay obstáculo en medio y nos da una corazonada queda claro qué camino seguir, pero si la mente nos tira para un lado y el corazón para otro, muchas personas obtarán por escuchar a la primera.

No obstante, el corazón lleva mucha más honestidad con respecto a nuestro ser que la mente. La mente nos enreda en miles de temores, de discursos y explicaciones que alimentan esos miedos. El corazón sabe lo que hay más allá, conecta directamente con lo que tu ser quiere.

Para salir de la mente es importante que en lugar de menospreciar el lugar que ocupa el corazón veamos la sabiduría que tiene y comencemos a dejarle tomar decisiones en nuestra vida convirtiéndole en nuestro aliado.

Los estímulos constantes nos agitan y nos mantienen en el ruido, distraídos. Nos hacen estar juzgando constantemente, nos incitan a buscar diferenciarnos del resto en medio de ese caos y finalmente nos llevan a adoptar una postura de defensa continua. Esta defensa aparece también en momentos en que nuestra alma nos lleva a lugares que nos aterrorizan. Pero es importante que comprendas que ella lo hace para que te enfrentes; porque solo enfrentándote a tus demonios podrás ser verdaderamente libre.

Para ir de la mente al corazón tenemos que encontrar tiempo para el silencio, para aquietar tanto movimiento y ver más profundo. En la meditación nos despegamos de los pensamientos, recuerdos o experiencias. Nos de-fusionamos de nuestra identidad asociada y podemos observar los pensamientos, como si estuviesen fuera de nosotros. Podemos ver lo que ocurre sin engancharnos y así evaluar mejor.

Necesitamos estar con nosotros en el momento en el que estamos, con lo que estamos, sea lo que sea. Dejar que lo que haya dentro de nosotros nos penetre completamente porque si no lo vives entrando en ello no podrás comprenderlo, comprenderte.

Escucha y aprecia. Mira alrededor valorando lo que encuentras, esto permite que todo fluya.

Escucha y comprende al otro, esto te ayudará a perdonar.

Escuchate, escucha a tus miedos, las razones por las que das la espalda a tu corazón . No huyas, ni te ocupes en mil cosas porque eso evita que te sientes con tu alma.

Entrar en el alma es estar completamente presente con lo que eres, con lo que hay. Observa tus pensamientos en raíles que pasan y déjales ir con amor. Reconoce lo que sientes, sonríe a tus miedos sabiendo que ya no te pueden detener y sigue a tu corazón tan lejos como te lleve.

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