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El refuerzo intermitente

¿Por qué a veces seguimos enganchadas a personas que nos producen dolor?

 

En un experimento realizado con ratas enjauladas se les acostumbró a éstas a que cada vez que presionaban una palanca, se les diera unas bolitas de comida. El patrón de dar y recibir comida de forma regular al presionar la palanca, entraría dentro del llamado "patrón de consistencia". Esto significa que se crea una consistencia ante ciertas acciones. Se generó en los roedores por tanto el patrón de consistencia de recibir comida ante la acción de presionar la palanca.

Tras someterles a esto los científicos querían ver qué ocurría si derrepente surgía inconsistencia en el patrón, si cuando la rata presionaba la palanca era solo de vez en cuando y de forma impredecible que salía una bola. Imaginaron que probablemente ante esto la rata perdería interés e iría a buscar comida en otro lugar, que se frustraría ante la situación. Lo curioso es que ocurrió justo lo opuesto. La rata se obsesionó completamente con ello pulsando constantemente la palanca. El resultado según descubrieron es que se había generado una adicción en la rata.

Más tarde, continuando con el experimento, los científicos dejaron de dar bolitas cuando la rata presionaba la palanca. Pensaron nuevamente que al parar de dar comida la rata cesaría en su empeño, pero su reacción fue completamente la opuesta. La rata se volvía tan loca intentando controlar la palanca para que saliese nuevamente comida, que su salud se deterioró completamente.

Este experimento comunica algo muy importante acerca el comportamiento frente a la recompensa. El refuerzo intermitente, sea lo que sea que la persona reciba, genera confusión y siembra adición. Es el mecanismo que tiene lugar en algo como el juego. Ante una maquina tragaperras nunca se puede predecir cuando dará premio pero se sabe que en algún momento lo da. Ello lleva a ciertas personas a hacer lo imposible por descifrar el patrón y a insistir permanentemente ante la desesperación que produce no tener ese premio. El momento en que se recibe la recompensa, ya que ha tardado tanto en aparecer, genera una sensación de éxtasis, de bienestar.Es ahí donde se crea una obsesión.

Muchas relaciones están basadas en este refuerzo intermitente. Las cosas que se desea (comunicación, amor, cariño...) fueron dadas en un primer momento pero luego comenzaron a estar de forma más ocasional e impredecible para después casi no existir. El hecho de que estén solo de forma ocasional es lo que genera el enganche. Se almacenan tantas ganas de recibir la bolita que cuando se recibe lo más mínimo se siente un gran alivio. Esa sensación de placer enreda a la persona en hacer lo que sea por conseguirla nuevamente.Este refuerzo intermitente puede surgir ante cualquier necesidad que tengamos, por ejemplo, el compromiso.

En las relaciones personales las personas con miedo a la intimidad, por su propio temor, tienden a dar y a retirar su afecto reforzando de forma intermitente al otro y creando como consecuencia una relación tóxica. Sus parejas se quedan enganchadas a la esperanza de volver a tener lo que había al principio, alimentadas por las muestras ocasionales de amor. El refuerzo intermitente crea por tanto un gran vacío en la persona y pone al otro en una posición de completo control.

Estas relaciones resultan muy difíciles de abandonar porque se han convertido en adicciones. Cuando una relación es adictiva tu cuerpo se ha enganchado a las sustancias químicas que libera cuando estás con la otra persona. Por ello, es fácil quedarse buscando de forma compulsiva cómo crear las condiciones para recibir lo que se quiere.

Toda adicción siempre tiene que ver con algo que se evita de forma desesperada, por ello es tan difícil alejarse de las adicciones. Cuando sueltas a lo que eres adicto caes en aquello que quieres evitar. En materia de relaciones esto puede ser un sentimiento de seguridad, soledad, abandono, vacío...

Si vivimos el refuerzo intermitente en nuestras relaciones de adultos es casi seguro que esto mismo lo vivimos de niños. Se llega a esta conclusión porque si hubieses tenido consistencia en la infancia y te encontrases con inconsistencia de adulta no dudarías un segundo en salir corriendo. Sin embargo hay algo en nosotros que nos dice que esto es como se vive realmente el amor,.Te encuentras con parejas inconsistentes a las que tratas de hacer consistentes porque era la acción que deseabas de tus padres. Tratas con ello de sanar viejas heridas.

La consistencia es la única respuesta y la única manera de llevar una vida sana dentro de una relación. Se necesita dicha consistencia para generar la seguridad emocional necesaria. Por tanto o se trabaja conjuntamente en la pareja para tener esa consistencia o sino se va a permanecer en una relación tóxica. Hay mucha gente que no está dispuesta a ofrecer esta consistencia porque necesitan tener el control, y aunque esta actitud también viene de sus propios traumas es muy difícil hacerles cambiar.

Nadie cambia porque se lo imponga otro sino porque nace de si mismo esa necesidad de cambio. Lo importante ante esta situación es centrarnos por tanto en cómo hacernos fuertes frente a esta herida interna nuestra que resuena en las relaciones personales. La solución pasa por no titubear ante nuestra pareja y ofrecer consistencia en nuestros valores y nuestros límites. Conoce quien eres, qué quieres, qué necesitas. Elige tus gustos, lo que es esencial para ti. Si nos dejamos llevar por sus fluctuaciones entraremos en las consecuencias del refuerzo intermitente.

Después es importante asegurarnos que cubrimos las necesidades mutuas de forma consistente. No sirve de nada insistir o suplicar a tu pareja. Si no te dan lo que necesitas es vital que lo busques en otro sitio.

Sé consistente con tu verdadero ser. El amor pasa por construir el amor hacia ti, por descubrir quien eres, qué quieres y cuales son tus limites. La consistencia en tus relaciones pasa siempre por crear primero tu propia consistencia.

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