El control

Hay muchas etapas vitales en que las circunstancias que ocurren a nuestro alrededor están completamente fuera de nuestro control y no tenemos ningún poder para alterar lo que ocurre. Estos son momentos de gran oscuridad en nuestras vidas porque nos sentimos impotentes ante lo que sucede, nuestra situación parece no tener solución y es difícil de manejar.

Si analizamos con cuidado este tema lo más doloroso de todo es que no tenemos control para cambiar lo que se presenta. Pero...¿Qué es tan horroroso de no tener ese control? La respuesta es que en vez de nosotros es otra persona la que tiene ese control y eso nos genera pánico.

El problema es que si intentamos luchar contra esa realidad sólo caeremos más y más en el pozo. Toda acción realizada desde un sentimiento de desesperación, rabia o dolor sólo nos llevará a más turbulencia. Aunque parezca que es pasar de todo cuando no tenemos control sobre algo tenemos que permitirnos precisamente soltar el control, dejar marchar.

No se puede construir nada si no se reconoce que la casa se ha caído. Permítete sentir las emociones de la perdida, de la tristeza o la rabia, en su debido tiempo se irán y podrás seguir adelante. Una vez que te encuentres en ese paso concéntrate en aquello que te proporcione energía positiva, ilusión, bienestar. Poco a poco si tu foco es constante se irán generando las vibraciones adecuadas hacia aquello que deseas.

Deja de enfocarte en lo que no tienes y céntrate en lo que sí tienes. Así mismo, en vez de poner la atención en lo que ocurre hazlo en tu reacción a lo que ocurre para observar qué genera miedos en ti y cómo centrarte en sanar esos miedos en vez de en intentar controlar lo incontrolable.